sábado, 22 de mayo de 2021

Oraciones ante la muerte inminente


Las señales más próximas de que el enfermo va a expirar son: la respiración intermitente y lánguida; la falta de pulso; la contracción o rechinamiento de dientes; la destilación a la garganta; un débil suspiro o gemido; una lágrima que sale por sí misma y el torcer la boca, los ojos y todo el cuerpo. Cuando el enfermo se halle en alguna de estas últimas señales, entonces el que le asiste sugerirá con fervor y frecuencia, y dirigiendo la voz algo más recia a la frente, las jaculatorias siguientes:

Jaculatorias

En vuestras manos, Señor, encomiendo mi espíritu.

Jesús mío, os encomiendo esta mi alma, que redimisteis con vuestra preciosísima sangre.

Jesús mío, quiero morir profesando vuestra fe; creo cuanto habéis revelado.

Jesús mío, mi amor, yo os amo, me pesa de haberos ofendido.

¡Oh mi Dios, se acerca  el momento de veros y poseeros para siempre!

¡ Oh, quién siempre os hubiera amado, quién nunca os hubiera ofendido!

¡Oh María, Madre de Dios y Madre mía! Rogad por mí ahora que me hallo en la hora de mi muerte.

Jesús mío, salvadme.

María, Madre mía, amparadme.

San José glorioso, asistidme.

Arcángel San Miguel, socorredme; libradme de los enemigos.

Ángel santo, custodio mío, acompañadme a la presencia de Dios.

Ángeles todos, venid a mi socorro, que me hallo en necesidad de vosotros.

Santos y Santas, auxiliadme y alcanzadme una buena muerte. Amén.


ADVERTENCIAS

Mientras el que asiste vaya sugiriendo al enfermo estas jaculatorias, los demás parientes y amigos se hincarán de rodillas delante de alguna imagen de María Santísima en el mismo aposento del enfermo o en otro, y rezarán el santo Rosario y las Letanías de Nuestra Señora. Así podrán ayudar mejor al enfermo que no estando alrededor de la cama llorando, gimiendo y aumentando la pena al pobre moribundo.

NOTA del titular del blog. En mi caso particular, no pude asistir al moribundo por estar internado y aislado. Pero se me informó que había sufrido un Paro cardiorrespiratorio, y que estaba próximo a fallecer. Por lo que me arrodillé en el lugar donde me encontraba, y le pedí a mi Ángel de la Guarda que fuera hasta donde se encontraba el moribundo y le repitiera las oraciones que yo rezaba entonces. 


Acto de aceptación de la muerte

Adoro, Dios mío, vuestro ser eterno: pongo en vuestras manos el que me habéis dado, y que ha de cesar por la muerte en el instante en que Vos lo hayáis dispuesto. Acepto esta muerte con sumisión y espíritu de humildad en unión de la que sufrió mi Señor Jesucristo, y espero que con esta aceptación mereceré vuestra misericordia.


INDULGENCIA PLENARIA - Para la hora de la muerte

Como a muchos sorprende la muerte sin darles tiempo para ganar indulgencias, el Papa San Pío X ha concedido una plenaria para el artículo de la muerte a todos aquellos que una vez en su vida, en un día a elección, después de confesar y comulgar, hubiesen hecho con verdadero espíritu de caridad el siguiente acto de aceptación, o con otra fórmula semejante.

¡Señor, Dios mío!: Desde este momento, con ánimo sereno y resignado, acepto de vuestras manos cualquier género de muerte que os plazca mandarme, con todos los dolores, penas y angustias que la acompañen.

ORACIÓN

¡Oh Dios de bondad, Dios clemente, Dios que, según la multitud de tus misericordias, perdonas a los arrepentidos, y por la gracia de una entera remisión borras las huellas de nuestros crímenes pasados!

Dirige una mirada compasiva a tu siervo N.; recibe la humilde confesión que te hace de sus culpas, y concédele el perdón de todos sus pecados. Padre de misericordia infinita, repara en él todo lo que corrompió la fragilidad humana y manchó la malicia del demonio; júntale para siempre con el cuerpo de la Iglesia, como miembro que fue redimido por Jesucristo. Ten, Señor, piedad de sus gemidos, compadécete de sus lágrimas, y puesto que no espera sino en tu misericordia, dígnate dispensarle la gracia de la perfecta reconciliación. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.


Oración para alcanzar buena muerte

¡Jesús, Señor, Dios de bondad, Padre de misericordia! Yo me presento ante Vos con un corazón contrito, humillado y confuso, y os encomiendo mi última hora y lo que después de ella me espera.

Cuando mis pies, perdiendo su movimiento, me adviertan que mi carrera en este mundo está próxima a su fin,

R. Jesús misericordioso, tened compasión de mí.

Cuando mis manos, trémulas y torpes, ya no puedan sostener el Crucifijo, y a pesar mío lo deje caer sobre el lecho de mi dolor,

R. Jesús misericordioso, tened compasión de mí.

Cuando mis ojos, vidriados y contorcidos por el horror de la inminente muerte, fijaren en Vos sus miradas lánguidas y moribundas,

R. Jesús misericordioso, tened compasión de mí.

Cuando mis labios, fríos y convulsos, pronunciaren por última vez vuestro adorable nombre,

R. Jesús misericordioso, tened compasión de mí.

Cuando mi cara, pálida y amoratada, cause lástima y terror a los circunstantes, y mis cabellos bañados del sudor de la muerte, erizándose en mi cabeza, anunciaren que está cercano mi fin,

R. Jesús misericordioso, tened compasión de mí.

Cuando mis oídos, próximos a cerrarse para siempre a las conversaciones de los hombres, se abrieren para oír la sentencia irrevocable que fijará mi suerte por toda la eternidad,

R. Jesús misericordioso, tened compasión de mí.

Cuando mi imaginación, agitada por horrendos fantasmas, quede sumergida en mortales congojas, y mi espíritu, perturbado con el temor de vuestra justicia al acordarse de mis iniquidades, luchare contra el infernal enemigo, que quisiera quitarme la esperanza en vuestras misericordias y precipitarme en los horrores de la desesperación,

R. Jesús misericordioso, tened compasión de mí.

Cuando mi corazón, débil y oprimido por el dolor de la enfermedad, estuviere sobrecogido por el temor de la muerte, fatigado y rendido por los esfuerzos que habrá hecho contra los enemigos de mi salvación,

R. Jesús misericordioso, tened compasión de mí.

Cuando derramare mis últimas lágrimas, síntomas de mi destrucción, recibidlas, Señor, como un sacrificio de expiación; a fin de que yo muera como víctima de penitencia, y en aquel momento terrible,

R. Jesús misericordioso, tened compasión de mí.

Cuando mis parientes y amigos, juntos alrededor de mí, se estremezcan al ver mi situación y os invoquen por mí,

R. Jesús misericordioso, tened compasión de mí.

Cuando, perdido el uso de los sentidos, el mundo todo desapareciere de mi vista, y yo gima entre las angustias de la última agonía y los afanes de la muerte,

R. Jesús misericordioso, tened compasión de mí.

Cuando los últimos suspiros del corazón empujen mi alma a que salga del cuerpo, aceptadlos, Señor, como hijos de una santa impaciencia de ir hacia Vos, y entonces,

R. Jesús misericordioso, tened compasión de mí.

Cuando mi alma salga para siempre de este mundo y deje mi cuerpo pálido, frío y sin vida, aceptad la destrucción de él como un homenaje que rendiré a vuestra Divina Majestad, y en aquella hora,

R. Jesús misericordioso, tened compasión de mí.

En fin, cuando mi alma comparezca ante Vos y vea por primera vez el esplendor de vuestra Majestad, no la arrojéis de vuestra presencia; dignaos recibirme en el seno de vuestra misericordia, para que cante eternamente vuestras alabanzas,

R. Jesús misericordioso, tened compasión de mí.

¡Oh Dios, que, habiéndonos condenado a muerte, nos habéis ocultado el momento y la hora de la misma!; haced que viviendo yo justa y santamente, pueda merecer salir de este mundo en vuestra gracia y santo amor. Por los méritos de nuestro Señor Jesucristo, que junto con el Espíritu Santo vive y reina con Vos. Así sea.

Jesús, José y María, os doy el corazón y el alma mía.

Jesús, José y María, asistidme en mi última agonía.

Jesús, José y María, expire en paz con Vos el alma mía.


RECOMENDACIÓN DEL ALMA

Según el Ritual Romano


LETANÍA DE LOS AGONIZANTES

Señor, ten piedad de él (o de ella).

Jesucristo, ten piedad de él.

Señor, ten piedad de él.

Santa María, ruega por él.

San Abel, ruega por él.

Coro de los justos, ruega por él.

San Abraham, ruega por él.

San Juan Bautista, ruega por él.

San José, ruega por él.

Santos Patriarcas y Profetas, rogad por él.

San Pedro, ruega por él.

San Pablo, ruega por él.

San Andrés, ruega por él.

San Juan, ruega por él.

Santos Apóstoles y Evangelistas, rogad por él.

Santos Discípulos del Señor, rogad por él.

Santos Inocentes, rogad por él.

San Esteban, ruega por él.

San Lorenzo, ruega por él.

Santos Mártires, rogad por él.

San Silvestre, ruega por él.

San Gregorio, ruega por él.

San Agustín, ruega por él.

Santos Pontífices y Confesores, rogad por él.

San Benito, ruega por él.

San Francisco, ruega por él.

San Camilo, ruega por él.

San Juan de Dios, ruega por él.

Santos Monjes y Ermitaños, rogad por él.

Santa María Magdalena, ruega por él.

Santa Lucía, ruega por él.

Santas Vírgenes y Viudas, rogad por él.

Santos y Santas de Dios, rogad por él.

Séle propicio, perdónale, Señor.

Séle propicio, líbrale, Señor.

Séle propicio, líbrale, Señor.

De tu cólera, líbrale, Señor.

Del peligro de la muerte, líbrale, Señor.

De la mala muerte, líbrale, Señor.

De las penas del infierno, líbrale, Señor.

De todo mal, líbrale, Señor.

Del poder del demonio, líbrale, Señor.

Por tu Natividad, líbrale, Señor.

Por tu Cruz y Pasión, líbrale, Señor.

Por tu muerte y sepultura, líbrale, Señor.

Por tu gloriosa Resurrección, líbrale, Señor.

Por tu admirable Ascensión, líbrale, Señor.

Por la gracia del Espíritu Consolador, líbrale, Señor.

En el día del juicio, líbrale, Señor.

Así te lo pedimos, aunque pecadores, óyenos, Señor.

Te rogamos que le perdones, óyenos, Señor.

Señor, ten piedad, óyenos, Señor.

Jesucristo, ten piedad, óyenos, Señor.

Señor, ten piedad, óyenos, Señor.


Hallándose el enfermo en la agonía, se dirá la siguiente oración

Sal de este mundo, alma cristiana, en nombre de Dios Padre Todopoderoso, que te creó;

en nombre de Jesucristo Hijo de Dios vivo, que padeció por ti;

en nombre del Espíritu Santo, que en ti se infundió;

en nombre de la gloriosa y santa Virgen María, Madre de Dios;

en nombre del bienaventurado José, ínclito Esposo de la misma Virgen;

en nombre de los Ángeles y Arcángeles;

en nombre de los Tronos y Dominaciones;

en nombre de los Principados y Potestades;

en el de los Querubines y Serafines;

en el de los Patriarcas y Profetas;

en el de los santos Apóstoles y Evangelistas;

en el de los santos Mártires y Confesores;

en el de los santos Monjes y Ermitaños;

en nombre de las santas Vírgenes y de todos los Santos y Santas de Dios.

Sea hoy en paz tu descanso y tu habitación en la Jerusalén celestial.


ORACIÓN

Te recomiendo a Dios Todopoderoso, mi querido hermano (o hermana), y te pongo en las manos de aquel de quien eres criatura, para que después de haber sufrido la sentencia de muerte, dictada contra todos los hombres, vuelvas a tu Creador que te formó de la tierra. Ahora, pues, que tu alma va a salir de este mundo, salgan a recibirte los gloriosos coros de los Ángeles y los Apóstoles, que deben juzgarte;

venga a tu encuentro el ejército triunfador de los generosos Mártires;

rodéete la multitud brillante de Confesores;

acójate con alegría el coro radiante de las Vírgenes,

y sé para siempre admitido con los santos Patriarcas en la mansión de la venturosa paz.

Anímete con grande esperanza San José, dulcísimo Patrón de los moribundos;

Vuelva hacia ti benigna sus ojos la Santa Madre de Dios;

Preséntese a ti Jesucristo con rostro lleno de dulzura, y colóquete en el seno de los que rodean el trono de su divinidad.

No experimentes el horror de las tinieblas, ni los tormentos del suplicio eterno.

Huya de ti Satanás con todos sus satélites, y, al verte llegar rodeado de Ángeles, tiemble y vuélvase a la triste morada donde reina la noche eterna.

Levántese Dios, y disípense sus enemigos, y desvanézcanse como el humo.

A la presencia de Dios desaparezcan los pecadores, como la cera se derrite al calor del fuego, y regocíjense los justos, como en una fiesta perpetua ante la presencia del Señor.

Confundidas sean todas las legiones infernales;

ningún ministro de Satanás se atreva a estorbar tu paso.

Líbrete de los tormentos Jesucristo, que fue crucificado por ti;

colóquete Jesucristo, Hijo de Dios vivo, en el jardín siempre ameno de su paraíso, y verdadero Pastor como es, reconózcate por una de sus ovejas.

Perdónete misericordioso todos tus pecados;

póngate a su derecha entre sus elegidos, para que veas a tu Redentor cara a cara, y morando siempre feliz a su lado, logres contemplar la soberana Majestad y gozar de la dulce vista de Dios, admitido en el número de los Bienaventurados, por todos los siglos de los siglos. R. Así sea.


ORACIÓN

Señor: Recibe a tu siervo en el lugar de la salvación que espera de tu misericordia.

R. Así sea.

Señor: Libra el alma de tu siervo de todos los peligros del infierno, de sus castigos y males.

R. Así sea.

Señor: Libra su alma, como preservaste a Henoch y Elías de la muerte común a todos los hombres.

R. Así sea.

Señor: Libra su alma, como libraste a Noé del diluvio.

R. Así sea.

Señor: Libra su alma, como libraste a Abraham de la tierra de los Caldeos.

R. Así sea.

Señor: Libra su alma, como libraste a Job de sus padecimientos.

R. Así sea.

Señor: Libra su alma, como libraste a Isaac de su padre Abraham cuando iba a inmolarle.

R. Así sea.

Señor: Libra su alma, como libraste a Lot de Sodoma y de la lluvia de fuego.

R. Así sea.

Señor: Libra su alma, como libraste a Moisés de las manos de Faraón, rey de Egipto.

R. Así sea.

Señor: Libra su alma, como libraste a Daniel del lago de los leones.

R. Así sea.

Señor: Libra su alma, como libraste a los tres jóvenes del horno encendido y de las manos del rey impío.

R. Así sea.

Señor: Libra su alma, como libraste a Susana del falso testimonio.

R. Así sea.

Señor: Libra su alma, como libraste a David de las manos de Saúl y Goliat.

R. Así sea.

Señor: Libra su alma, como libraste a San Pedro y San Pablo de las prisiones.

R. Así sea.

Y como libraste a la bienaventurada Tecla, virgen y mártir, de los más crueles tormentos, dígnate librar el alma de tu siervo, y permítele gozar a tu lado de los bienes eternos.

R. Así sea.


ORACIÓN

Te recomendamos el alma de tu siervo N., y te pedimos Señor Jesucristo, Salvador del mundo, por la misericordia con que bajaste por ella del cielo, que no le niegues un lugar en la morada de los Santos Patriarcas.

Reconoce Señor, tu criatura, obra, no de dioses extraños, sino tuya, Dios único, vivo y verdadero, porque no hay otro Dios más que Tú, y nadie te iguala en tus obras. Haz, Señor, que tu dulce presencia llene su alma de alegría; olvida sus iniquidades pasadas y los extravíos a que fue arrastrada por sus pasiones; porque, aun cuando pecó, no ha renunciado a la fe del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, sino que ha conservado el celo del Señor y, ha adorado fielmente a Dios, creador de todas las cosas.

Te pedimos, Señor, que olvides todos los pecados y faltas que en su juventud cometió por ignorancia, y, según la grandeza de tu misericordia, acuérdate de él en el esplendor de tu gloria. Ábransele los cielos y regocíjense los Ángeles con su llegada. Recibe, Señor, a tu siervo N. en tu reino. Recíbale San Miguel Arcángel, caudillo de la milicia celestial; salgan a su encuentro los santos Ángeles y condúzcanle a la celeste Jerusalén. Recíbale el Apóstol San Pedro, a quien entregaste las llaves del reino celestial. Socórrale el Apóstol San Pablo que mereció ser vaso de elección, e interceda por él San Juan, el apóstol querido, a quien fueron revelados los secretos del cielo. Rueguen por él todos los santos Apóstoles, a quienes Dios concedió el poder de absolver y de retener los pecados; intercedan por él todos los Santos elegidos de Dios, que sufrieron en este mundo por el nombre de Jesucristo, a fin de que, libre de los lazos de la carne, merezca entrar en la gloria celestial por la gracia de Nuestro Señor Jesucristo, que con el Padre y el Espíritu Santo vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.


ORACIÓN

Que la clementísima Virgen María, Madre de Dios, piadosísima consoladora de los afligidos, encomiende a su Hijo el alma de su siervo (o sierva) N., para que por su intercesión maternal no tema los horrores de la muerte, sino que entre gozoso en su compañía en la deseada mansión de la Patria celestial. Amén.


ORACIÓN

A Vos recurro, San José, Patrón de los moribundos, y a Vos, en cuyo tránsito asistieron solícitos Jesús y María, os encomiendo encarecidamente por ambas prendas carísimas el alma de vuestro siervo (o sierva) N., que se halla en su última agonía, para que bajo vuestra protección se vea libre de las asechanzas del diablo y de la muerte perpetua, y merezca llegar a los gozos eternos de la Gloria. Por Jesucristo, Nuestro Señor. Amén.


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Las oraciones fueron obtenidas del siguiente link: https://radiocristiandad.org/2009/10/25/oraciones-tradicionales-de-la-iglesia-catolica-por-los-moribundos/amp/

Oraciones ante la muerte inminente

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